¿Consentimiento o deseo?

Después de décadas de mucho trabajo, la lucha feminista ha conseguido dar visibilidad e importancia a uno de los tipos de violencia contra las mujeres: la violencia sexual, que ha permanecido escondida en nuestra sociedad, nuestras instituciones y nuestras prácticas durante siglos. 

Por eso hoy queremos ahondar un poco más en este tema y reflexionar sobre el consentimiento y el deseo, ¿son lo mismo? Y si no lo son… ¿cómo se relacionan entre sí en la sexualidad? ¿Y por qué es importante tenerlos en cuenta?

Para empezar, es necesario recordar que históricamente el deseo femenino ha sido ignorado e invisibilizado por el deseo masculino. 

En lo que a las mujeres (cis y hetero) respecta, en nuestra cultura encontramos dos arquetipos que predominan en nuestro imaginario: “la virgen que pone freno a los deseos irrefrenables de los hombres” y “la p*ta que deja que cualquiera acceda a su cuerpo”. Pero resulta que para encajar dentro de lo socialmente aceptado no puedes ser “ni muy libre, ni muy estrecha”.

Y como se da por sentado el deseo masculino, creyendo que es “irrefrenable e incontrolable”, recae sobre las mujeres la responsabilidad de poner límites y decidir cuándo sí y cuando no, dejando fuera de juego el deseo femenino, como si no existiera.

Según la definición de la Real Academia Española, consentir se define como: “permitir algo o condescender en que se haga”.
Entonces, si ponemos el foco en el consentimiento por parte de las mujeres en las relaciones sexuales con los hombres, podría entenderse que cuando hay consentimiento por parte de una mujer, ésta permite dicha relación sexual. Siendo una vez más el hombre el sujeto activo y la mujer, el sujeto pasivo. Él toma la iniciativa, tiene el deseo, y la mujer permite.

Efectivamente, las mujeres tenemos capacidad volitiva, pero se hace necesario reflexionar sobre la relación entre el consentimiento y de dónde surge éste. ¿Por qué? Porque hemos sido educadas en una sociedad heteropatriarcal en la que hay miles de mandatos y condicionamientos con los que crecemos. 

Se puede consentir una práctica sexual sin desear participar en ella por muchas cuestiones que están grabadas a fuego en la construcción de nuestra identidad como mujeres (mujeres cis en relaciones heterosexuales):

  • Por deseo de complacer
  • Porque es «lo que toca»
  • Por miedo a que si no tengo sexo no quieran estar conmigo
  • Por miedo al enfado mi pareja o a que haya represalias contra mí
  • Porque si no tenemos relaciones sexuales… ¿cuál es nuestro vínculo amoroso?

Son númerosas las películas, series, libros, canciones, etc., que han incidido en nuestra educación y socialización de género y que nos envían este mensaje: nuestra misión es complacer, para que así nos valoren y nos quieran. 

¡Claro que tenemos voluntad y deseos! Es necesario aprender y enseñar que el consentimiento es imprescindible, y además, debe ir unido al deseo y el placer por ambas partes. ¿Y sabéis que más? Los hombres deben aprender y enseñar a otros hombres a entender y respetar el consentimiento y el deseo femenino. Porque también es un problema que les cueste determinar dónde empieza o dónde termina el consentimiento, o que “si me das a entender algo luego no me digas que no porque yo ya no sé parar”.

De ahí la importancia en el deseo compartido, en el placer mutuo, y no tanto en el consentimiento pasivo y el sometimiento al deseo ajeno. 

¿Qué ocurre cuando enfrentamos deseo y consentimiento para solo salvar el deseo? 

Puedo manifestar deseo y no querer interactuar sexualmente (por ejemplo, puedo querer esperar a una segunda cita, mañana madrugo, estoy menstruando y no me apetece así, o puedo disfrutar solamente del deseo sin hacer nada con él). Por otro lado, puedo querer interactuar sexualmente y no sentir deseo (como le pasa a algunas personas asexuales, como puede ocurrir en el trabajo sexual, o cuando hemos usado el sexo o la masturbación para relajar los dolores de regla).

Como veis, es necesario tener en cuenta tanto el deseo como el consentimiento, ya que ambos están implicados de una forma u otra en las prácticas sexuales y en la violencia sexual. Aclarar estos términos y reflexionar sobre ellos es fundamental.  
 

Bibliografía:

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