Hablar de nuestras relaciones necesariamente se ha convertido en hablar de responsabilidad afectiva.

La responsabilidad afectiva es un término que se originó en las reivindicaciones del movimiento feminista de la tercera ola con el objetivo de reflexionar sobre las formas en las que nos relacionamos. Implica tomar responsabilidad con respecto a las acciones que tienen lugar en cualquier relación -familiar, de amistad, afectivo-sexual…- Ésta debe existir en todos los tipos de relaciones. No existe amor libre ni poligamia sin responsabilidad afectiva, su ausencia da pie al abuso y a la violencia. Su principal fin es evitar, en la medida de lo posible, daños por desacuerdos emocionales. 

La “responsabilidad afectiva” está directamente relacionada con los cuidados, tarea que se le ha impuesto históricamente a las mujeres. Los cuidados han sido invisibilizados e infravalorados, esta tarea entraba dentro de los esquemas de familia tradicional heterosexual con roles asignados a los miembros de la familia. Por ello, coyunturalmente, el feminismo quiere acabar con el amor romántico, reinterpretando esos roles asignados, lo cual permite diversificar el amor y las relaciones, saliendo del molde socialmente impuesto de parejas que deben sacrificarse por la otra persona y por el bien de la pareja y la familia, en algunos casos.

Además, como hemos señalado, el término de la responsabilidad afectiva no se refiere solamente a las parejas sentimentales, sino a las redes afectivas humanas, en general, pues está vinculado con los buenos tratos: empatía, sensatez, prevención del sufrimiento, autocuestionamiento, generosidad y altruismo. Más que una forma de actuar, se trata de una forma de pensar y de sentir cómo lo que hacemos, sentimos, y la manera de manifestar ese sentir, influye en otras personas. 

Os presentamos algunas claves a tener en cuenta para construir relaciones libres de violencia y abusos:

  1. Acuerdos previos.
    Aunque sea una sola noche la que vas a compartir con una o varias personas, es importante que establezcas acuerdo previos sobre lo que te gusta a ti y las expectativas que tienes sobre ese momento que compartirás. Es necesario escucharte y escuchar, cuando no hay un diálogo posible se produce el dolor y la frustración. Esto te ayudará a conocer tus límites y saber el límite de las demás personas; podrás evitar que en las relaciones que formamos haya un abuso de poder.
     
  2. Hazte cargo de tus emociones.
    Muchas veces cargamos con sentimientos y emociones que nos impactan por el contexto que vivimos a diario, pero es necesario asumirlas e interiorizar sobre ellas para no atribuirlas a la otra persona. O sea, no echarle la culpa a las personas con las que nos relacionamos (pareja, amigos, familiares…) sino hacer trabajo en nosotras mismas y si es necesario buscar ayuda profesional.
     
  3. Practica la empatía.
    Pensar en el otro; mirar a las otredades y practicar esta ética del cuidado. Cuidar al otro y a ti también. Ser libre, pero no individualista.

Fuentes:

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